Estamos viviendo una situación histórica y es en situaciones de crisis, donde ponemos en marcha y desarrollamos mecanismos de adaptación y superación.
Te invito a reflexionar un momento, a conectar con alguna situación, conflicto o crisis que hayas vivido en el pasado, no importa si fue pequeña o grande.
¿La tienes? Bien, ¿puedes ahora reflexionar sobre qué habilidades, actitudes, apoyos, te permitieron salir de aquello?. Toma unos minutos por favor.
Bien, fíjate entonces, como esos recursos, esas herramientas, ya están contigo, como SI FUISTE capaz.
La resiliencia nos hace ver que por difícil que nos esté pareciendo, podemos salir siendo una persona diferente, más fortalecida, más evolucionadas o desarrolladas. Es desde cada paso adelante, enfocados en la solución, en donde queremos llegar, que podemos descubrir cómo lograrlo y empoderarnos.
Te invito a leer el siguiente texto, y si te parece bien, compartir en los comentarios qué te ha evocado.
Del Libro Rojo de Carl G. Jung.
“Capitán, el chico está preocupado y muy agitado debido a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto”.
“¿Qué te inquieta, chico? ¿No tienes bastante comida? ¿No duermes bastante?”
“No es eso, capitán, no soporto no poder bajar a tierra y no poder abrazar a mi familia”.
“Y si te dejaran bajar y estuvieras contagioso, ¿soportarías la culpa de infectar a alguien que no puede aguantar la enfermedad?”
“No me lo perdonaría nunca, aun si para mí esta peste la han inventado”.
“Puede ser. ¿Pero si no fuese así?”
“Entiendo lo que queréis decir, pero me siento privado de la libertad capitán, me han privado de algo”.
“Y tú, prívate aún más de algo”.
“¿Me estáis tomando el pelo?”
“En absoluto. Si te privas de algo sin responder de manera adecuada, has perdido”.
“Entonces, según usted, si me quitan algo, ¿para vencer debo quitarme alguna cosa más por mí mismo?”
“Así es. Lo hice en la cuarentena hace 7 años”.
“¿Y qué es lo que te quitaste?”
“Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Eran meses que esperaba para poder llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. A Port April nos prohibieron bajar del barco. Los primeros días fueron duros. Me sentía como vosotros. Luego empecé a contestar a aquellas imposiciones no utilizando la lógica. Sabía que tras 21 días de este comportamiento se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás.
Antes empecé a reflexionar sobre aquellas privaciones que tienen muchas personas cada día de su miserable vida y luego, por entrar en la óptica justa, decidí vencer. Empecé con el alimento. Me impuse comer la mitad de cuanto comía habitualmente, luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles para que no se sobrecargase mi cuerpo. Pasé a nutrirme de alimentos que, por tradición, habían mantenido al hombre en salud.
El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y nobles. Me impuse leer al menos una página cada día de un argumento que no conocía. Me impuse hacer ejercicios sobre el puente del barco. Un viejo hindú me había dicho años antes que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. Me impuse hacer profundas respiraciones completas cada mañana. Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad y fuerza.
La tarde era la hora de las oraciones, la hora de dar las gracias por todo.
El hindú me había aconsejado también tomar la costumbre de imaginar la luz entrar en mí y hacerme más fuerte. Podía funcionar también para la gente querida que estaba lejos, y así esta práctica también la integré a mi rutina diaria sobre el barco.
En vez de pensar en todo lo que no podía hacer, pensaba en lo que habría hecho una vez bajado a tierra.
Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba de la espera.
- Todo lo que podemos obtener enseguida nunca es interesante
- La espera sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso
Me había privado de alimentos suculentos, de botellas de ron. Me había privado de jugar a las cartas, de dormir mucho, de ociar, de pensar sólo en lo que me habían quitado.
“¿Cómo acabó, capitán?”
“Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo del previsto.
“¿Os privaron de la primavera entonces?”
“Si, aquel año me privaron de la primavera y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente, me había llevado la primavera dentro y nadie nunca más habría podido quitármela».