¿NECESITAMOS SER para HACER Y TENER, y SENTIRNOS REALIZADOS?

Permite que te cuente cómo ha transcurrido mi día como psicóloga coach, acabo de enviar unos mails, he añadido contenido a mi próximo taller, un rato en redes, he escuchado un webminar de uno de mis guru-coach favorito, he atendido a un cliente por whatsapp…  Si, te has dado cuenta, hacer y hacer. Voy a ser sincera contigo, me encanta esa sensación de perpetua actividad hacia delante, me da energía y me hace sentir productiva. Me siento cómoda en el hacer. ¿A ti te pasa también? “Tengo tantas cosas que hacer y me siento tan valiosa…”  Y está muy bien, sin embargo, ¿experimento un profundo sentimiento de realización, de satisfacción profunda en todo esto que estoy haciendo?

Nos movemos cada día en un sinfín de necesidades, algunas las cubrimos, otras no tanto… Sabemos por la pirámide de Maslow de la imposibilidad de dedicarnos a reflexionar sobre la infinitud de nuestro ombligo, si nos han despedido del trabajo y no sabemos cómo pagaremos la hipoteca. Y sabemos también, porque lo experimentamos en primera persona, de esa incómoda sensación de vacío (SER) al no comprender cómo, después de dedicar energía, tiempo y esfuerzo (HACER) para lograr una casa mejor, un trabajo mejor, una carrera profesional mejor (TENER) nos sentimos tan agotados o frustrados.  ¿El anuncio de una vida feliz con todo este éxito no está funcionando?

Esto claro, suponiendo que nuestra vida sea “exitosa”. Interiorizamos lo que nos han contado que “ES” ser exitoso, y nuestra vida se vuelca hacia fuera, hacia los demás y lo que esperan (o creo que esperan) de mí.” Quizás arrastrados por un impulso, un reflejo del dolor por las heridas del rechazo profundamente gravadas, tan profundas, que son inconscientes. Si, hablo de esas heridas aún abiertas del niño que sintió que para conseguir que papá y mamá le quisieran debía demostrar que se lo merecía, esforzarse, no mostrar debilidad, etc, etc, unos mandatos que siguen viviendo en nuestro interior y que surgen en nuestro día a día sin que ni siquiera nos demos cuenta de la limitación e insatisfacción que nos generan.

Tenemos miedo de no encajar en la “tribu”, de no ser aceptados o de ser juzgados. Temor a tener menos -o más- que los demás, a hacerlo peor -o mejor- que los demás. Queremos HACER lo “correcto” para SER como ellos (o la idea que tenemos de lo que esto significa).

Hacer lo que esperan para agradarles. Y nuestro propio SER se pierde en esta carrera -invencible-, dependiendo siempre de recibir el “aprobado” social porque “Debemos HACER lo correcto para SER aceptables”. Sin darnos cuenta de que, quizás, no es el adulto que yo soy ahora, sino el niño/a que vive dentro quien sigue buscando esa aprobación de papá y mamá trasladando esa necesidad a las figuras del jefe, los compañeros, los amigos…

Durante una vida en que nos hemos construido como la persona que somos, empezamos el recorrido tomando como “verdad” lo que nuestros padres, la escuela, la sociedad nos han hecho creer y hemos interiorizado como propio, sin darnos el tiempo para reflexionar si esto es realmente así, si me da fuerza o me la quita o sencillamente, si es algo de lo que puedo prescindir voluntariamente. ¿Este dolor es mío o me lo han vendido sin ser consciente de que lo he comprado?

Al considerar nuestro valor percibido desde la aprobación, el premio, la comparación con lo externo, caemos en la “necesidad” de mostrar lo mucho que tenemos, lo mucho que hemos conseguido gracias a todo lo que hemos hecho.

Y llegamos a decirnos “soy un cirujano exitoso” para presentarnos. ¿Soy? Quizás no. Tengo una profesión. Así sucede a veces que, al perder el trabajo, se generan esas tremendas crisis vitales, porque no he perdido un trabajo, he perdido mi identidad y estoy perdido.

¿Me está mereciendo la pena esa incansablemente necesidad de reconocimiento y aprobación de nuestras amistades, compañeros, familia por ese maravilloso viaje del que tengo mil selfies para compartir, o ese deslumbrante ascenso en el trabajo, o ese magnífico último modelo…?

¿Dependo de ese premio para sentir que valgo, que “soy exitoso”? ¿Es desde el adulto o desde el niño que valoro ese reconocimiento?  ¿Me está generando un conflicto?

“Es clave distinguir lo que tú quieres, de lo que los demás esperan de ti”

Y así, los psicólogos y coach en las consultas nos encontramos con seres humanos agotados, tristes, frustrados, con la autoestima por los suelos …

Vale, bien, lo pillo, ¿entonces hay otra forma de vivir una vida en que consiga esa plenitud, ese bienestar interno y consistente?

SI, definitivamente sí. Podemos enfocar la situación desde otra perspectiva, una gran fortaleza del coaching. Se trata de darnos cuenta, con plena atención reflexiva al lugar desde donde vivo, experimento, pienso, siento, actuó, … hago y materializo (tengo).

¿Estoy haciendo, necesito tener desde el niño que pide atención, respeto, reconocimiento a toda costa, o desde el adulto realizado que busca generar un cambio en su vida y/o en su entorno? ¿Desde dónde hago – tengo?

Cuando tomamos consciencia que es a partir de conectar con quien SOY -ojo con una actitud curiosa y amable-, mirando y reconociendo nuestras luces y sombras. Aceptando lo que hay para tomar responsabilidad en quien soy, como adulto responsable de mi propia vida y, a partir de ahí, comprometerme en quien elijo ser y, desde ahí, ahora sí, me hago el amo de mi don para hacer y tener.

Y si a la ensalada la añadimos una pizca de propósito: “para qué” hago lo que hago o tengo lo que tengo, el éxito está asegurado.

Y entonces mi sentido, mi mirada cambia, “Soy solidaria, generosa, activa, inquieta, amo a las personas y soy responsable de satisfacer mis propias necesidades, y desde ahí, elijo tener una hermosa profesión como psicóloga coach y hacer un trabajo en que desarrollo a las personas con generosidad, y que me hace sentir en coherencia con ese ser que soy y honro”.

En el SER es donde nos juzgamos o premiamos a nosotros mismos, de verdad que desde el adulto que llevamos dentro no nos hace falta nadie más para valorar si somos buenas personas, si hemos hecho lo mejor que somos capaces, si estamos satisfechos por nuestra aportación a nuestra vida y la de los que nos rodean. Porque es desde el interior que marcamos nuestras propias metas, nos convertimos en nuestro propio referente.

Este acto tiene un gran poder liberador. Dejamos de estar pendientes y gastar energía en hacer o tener para recibir a cambio. Conectamos con nuestro cuerpo, con nuestra sabiduría interior como guía, refugio e inspiración. Y si al otro le gusta, bien, y si no le gusta, lo acepto, pero ya no es mi problema ni mi sufrimiento.

“El Hacer y el Tener desde el Ser, se transforma en el Don para materializar, en capacidad para hacer-crear”

 

Si soy capaz de hacer fuera, es porque soy capaz de hacer dentro.

Y para que funcione, es necesaria aterrizar la realidad -puede que la ayuda de un coach o una terapia con un psicólogo- y es imprescindible valorar la triada. Una buena dosis de estar en el Hacer, para que el Ser se materialice, se exprese. Un HACER sin SER, es un hacer vacío. Sumemos valor a ese Hacer que nos permite practicidad, efectividad, resolución, acción, dotándolo de profundidad. Está bien hacer y tener, la clave es transformarlo desde el SER QUE SOMOS.

Yo creo que Tu lo vales

¿Te apuntas?

 

 

Comparte